miércoles, octubre 18, 2006

La noche fértil.

Una vez, en un país cercano, pero escondido, había varios escritores. Hablaremos de uno de ellos.

Por las noches se agolpaba delante de un teclado magnífico de teclas hechas con nácar, que desprendían no solo un brillo encantador, sino un sonido característico. Este sonido lo desprendían al ser pulsadas, no de modo espontáneo.

Este escritor solía contar por las mañanas y por las tardes unas magníficas historias de atracos, de princesas, de marineros, de nómadas en grupo, de cazadores de mariposas, de escaladores de rascacielos, así de manera natural. Todos sabían que contaba estas historias, y era conocido por ello. Lo de escritor no lo sabía nadie.

Por las noches se sentaba delante de un teclado de teclas hechas de nácar, y a pesar de su brillo encantador, no desprendían ningún sonido.

Una tarde cuando se retiraba de contar sus historias del bar de la plaza, un crío se le acercó. Era un chavalillo que el escritor no conocía. Pudo comprobar, por lo que le conto el niño, que era nieto del dueño de la librería, que vivía en otra comarca junto a sus padres, y que había venido a pasar unos días. El niño también le explicó que le habían encantado sus historias.
El escritor, se quedó perplejo. Nunca antes nadie le había dicho eso.

Esa noche el teclado sonó como una auténtica orquesta en manos de un genio. Escribió, y escribió, y no paró de escribir.

Nunca mas se supo de aquel contador de historias, que algunos decían que intentaba escribir.

La leyenda cuenta que cuando alguien se pone delante de un teclado y no encuentra nada que contar, el desaparecido escritor se agolpa delante de un magnífico teclado hecho de nácar. Y de el salen sonidos tales que de alguna manera poco trascendente llegan al escritor sin historia y le hacen pulsar sus teclas buscando ese sonido encantador.

Hoy ha querido que os cuente su historia.

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