Nunca resucitados,
sin el merecido perdón encontrado,
quedan de mi mediocre presencia asombrados.
Sus manipulados cuerpos.
Nunca redimidos de los fantásticos placeres.
Sus retorcidos rogullos.
Nunca esperados ni encontrados.
Y troté fugazmente en el caballo color fusil, hacia la ciudad esperada. Con la cara tapada.
Oh, mi vida. Mi única vida, mi vida.
Oh, eterna juventud. Nunca perdida y menos olvidada.
Oh, encantadora muerte. Nunca paciente, se al menos indulgente.
Arrecife. Lanzarote. Abril 2008.
Segunda Versión.