lunes, mayo 30, 2011

Los que hablan desde los balcones.

Hubo una época donde los que hablaban desde los balcones, pensaron que sería bueno que aquellos que escuchaban supieran leer y escribir.
Mas tarde entendieron, a base de recibir collejas de los escribas que escuchaban mas adelantados, y de algún que otro comerciante con ansia de poder, que las palabras libertad, fraternidad e igualdad iban a empezar a tener bastante mas significado que significante.
En otro tiempo posterior pensaron que esos que seguían escuchando desde los balcones, ya catódicos, podían también acceder al conocimiento, que era importante dejarles pensar por el bien del evolucionado y complejo sistema. Que el poder seguiría siendo herencia de pocos, control de masónicos malentendidos, o mal explicados, y que aquellos seguirían escuchando desde los balcones, aunque ahora fueran catódicos.
Pero oh!, que aquí se equivocaron.
El nuevo hablante, ya parlanchín de balcón catódico, se olvidó de hincar los codos. Se creyó  que los balcones desde los que hablaba seguirían a salvo; aunque bien no sabían cómo. Si nunca fueron los primeros de la clase, si papá nunca fue poderoso, como es que ahora les tocaba mandar a ellos. Seguramente porque erán mas listos. Ese fue su error.
Ellos habían accedido al poder porque había llegado el tiempo de que los balcones se construyeran a ras del suelo, y ya no catódicos, sino de banda ancha.
Y así fue como surgieron los nuevos que hablan a los demás, que hablan de tu a tu, de tweet a tweet y mirando a los ojos. En las plazas, en las acampadas, por el teléfono o por la banda ancha, y mirando a los ojos.
Y esos nuevos que hablan a los demás, miran ahora a los viejos balcones. A ver como los nuevos funcionadores públicos, recien elegidos, con sus salarios controlados, sus presupuestos medidos y sus horarios y viajes planificados, intentan hacer bien su trabajo para no ser despedidos.
Perra vida la del funcionador público, -dicen, sin mirar aún a los ojos.
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