sábado, febrero 27, 2010

Verosimilitud.

En un sinfin de recortes de periódico podemos encontrar las mismas palabras que en estas líneas. La unica diferencia es el orden en que están expuestas, que maquillan lo que uno piensa.
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Ultimamente vuelve a mis dedos el tema de la verosimilitud. Si intentamos reflejar por escrito lo cotidiano de nuestra existencia, no lograremos sin mas, generar la necesaria atmosfera verosímil. Debemos por tanto elegir un valor para cada variable que nos rodea, encajando exquisitamente las piezas de algún rompecabezas posible. Para conseguir alejar el aburrido detallismo, ocultaremos la solución de algunas de estas variables, ofreciendo así al avezado lector su merecida oportunidad: destacar los misterios de la historia.
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Ofrecía la luna su tenue luz, en un cielo despejado. No descartaba alargar su espera, sin abrigar la esperanza suficiente. De las últimas noches, esta era en la que mas sentía que el viento era el único aliado de su amada. De otra forma, ya habría montado y trotado sobre la arena. A lo lejos, el marino horizonte, no ofrecía ninguna silueta. Desperezó las piernas y tras sentarse bajo la roca convenida encendió un nuevo cigarrillo. Las dunas, encaprichadas con el aire, lo entretuvieron de nuevo.

Los arboles torcidos por el viento, se agolpaban en el balcon. La rota entrepuerta, golpeaba con fuerza el acceso al exterior. Mientras, ella miraba intermitentemente por encima de la cama, sin lograr ningún movimiento. Al calor de la habitación le sobraba el bienestar. Ya no podría partir. Bebió el último sorbo y espero el adormecer.

domingo, febrero 14, 2010

120 palabras a vida y muerte.

Dio un primer tajo; solo oyó su humillación al no encontrar objetivo. Un segundo tajo; esta vez del revés: certero. Olor a herida. Saliva pastosa.

Las notas se agolpan en su moleskine, mezclando indicios y conclusiones, pistas, preguntas, y alguna oculta intriga. Resolviendo mientras anota. Caminando al cavilar.

El se debió enterar por un tercero. Incrédulo al principio, se socorrió en la soledad para abrazar la verdad tantas veces evitada. Al llegar y verla desnuda en la fresca hierba, no lo vio venir. Oyó primero un zumbido. Después un sordito golpe en el estómago: mortal. Y cayó sin ruido: callado.

Nunca pensó que el amor fuera tan incierto. Tan justiciero, tan sediento. Tan caro.
¿Y ahora qué? –le dijo mirándola-.