lunes, marzo 19, 2007

Leyendo que es gerundio.

Me he terminado Broklyn Follies de Paul Auster. Casi de un tirón; que bien escribe. Y he comenzado por fin el libro de libros.
Me he leído la introduccion del editor, sobre la vida y obra del autor, y despuéshe leído elprólogo del autor a la tan renombrada novela.
Tras un descanso para comer, tomar cafe y charlar en tarde de domingo, a eso de las 09:00 he comenzado a leer.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las mas noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo mas fino.

Encuadernado en rústica, Obras Completas, en páginas de 59 líneas a dos columnas.
Cuatro capítulos para empezar y comprobar, lo poco y mucho que uno conoce de esta obra siendo tan necesaria como universal.

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miércoles, marzo 07, 2007

La posibilidad de un cuento.

Un hombre recorre un pasillo, y va abriendo puertas. Detrás de cada puerta se encuentra con cada una de las personas que le han dejado un extraño sabor de boca a lo largo de su vida. Comienza por las personas mas desconocidas, mas olvidadas, y reacciona con descaro y prepotencia ante su presencia, recordándoles el doloroso recuerdo que tiene de ellos. A medida que recorre puertas comienza a entender que esta recorriendo a todas aquellas personas a las que siempre quiso decirles una ultima palabra antes de morir.

Las mas cercanas al inicio del corredor recibieron los peores reproches; reproches frutos del odio y el olvido. A medida que las puertas descubrían a personas mas conocidas (mas odiadas) el hombre comenzó a entender la cercanía de la muerte y su tono comenzó a cambiar. Los reproches llegaron a tornarse inlcuso en sinceros consejos. Su cara era otra al final del largo caminar, utilizando su cambio de actitud ante el pendiente despecho de toda una vida, una manera de reformar su atormentado espiritu.

Llega ahora nuestro henchido hombre al final de su recorrido, al dintel de la ultima puerta, con calmado y nunca tan volátil espiritu, sin ninguna letra en el tintero y dispuesto a morir.

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