He conocido hoy a un hombre que solo sube escaleras lateralmente.
Las localiza desde la distancia y se prepara con sumo agrado para sus adentros. No suele emitir ningun sonido ni cuando las localiza ni cuando se aproxima a ellas, pero dependiendo de la altura de sus escalones, puede manejar tres o cuatro vocablos ininteligibles. Esto permite al asombrado viandante que lo ve, intuir la dureza de la escalera.
Como os decía hoy me he cruzado con el y hemos hablado.
Su manía o hobbie, surge del mas humilde de los remedios a uno de los mas jodidos estadios de la vidad del homo economicus: el paro.
Este buen-hombre, un día se vio en la puerta de la calle. Le habían despedido despues de 29 años en una empresa; su empresa -la llamaba. Le pusieron en la mano una lujosa pluma, para que firmara una jugosa liquidación por despido.
Les mangué la pluma -me dijo entrecortadamente.
Pues bien, ante la imposibilidad de viajar que era su sueño dorado, y ante la perdida de su mujer, con la que no había tenido descendencia, hacía tan solo dos años, se propueso lo de las escaleras. El objetivo no esotro sino subri escaleras publicas, en parques en urbanizaciones, en ayuntamientos, etc.. de manera lateral, para así conseguir dos cosas: que lo miren uno con cierta curiosidad; y visitar conocidos lugares pero desde una perspectiva distinta, quizas como la de un tiurista. Una mirada lateral.
Pues vaya, dirá alguno, vaya gilipollez. Es posible, pero se acuerda uno de la frase del viejito de la colifata: el ser humano es algo extraordinario.
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