viernes, octubre 06, 2006

El reloj parado.

El otro día asistí a una de esas conferencias de obligado cumplimiento por relaciones laborales. Estuve a punto de ausentarme en la primera media hora de la misma, pues ciertamente me trago unas cuantas al año y muchas veces sin interés.

El ponente logró cautivar mi atención, pues con su larga experiencia laboral, siempre podía motivar alguna reflexión interesante; modestia aparte, fueron estas las productivas, mas que los contenidos por él vertidos, pero dejemosle también al individuo sus quince minutos (aqui palabras ) de gloria.

La charla era sobre liderazgo, y claro el tema trae cola, que si la motivación, que si el equipo, que si los valores, tema controvertido como manido, a la vez que interesante e importante.

En medio de la charla, hablando sobre la utilidad de las herramientas y aplicaciones en as empresas, dijo lo siguiente: -... y como dijo alguien, un reloj parado, al menos da las horas dos veces al día-. Y ahí me revolví.

Como que alguién dijo. Un ponente no puede decir eso cuando esta atiborrando a la masa de ejemplos ilustrativos, de anécdotas enriquecedoras, que harán que ésta no olvide lo esencial. Cuando vanalizas lo importente, cuando pasas por encima de algo como esto, como voy a darle importancia a lo que tú estas diciendo. Si hay alguien que dijo que un reloj parado al menos da la hora dos veces al día, ese tipo o tipa ha pensado un huevo, tiene capacida irónica, y el humor es tan afilado que a lo largo de décadas, incluso alguien osa creer, que fue un alguien.
Señor ponente, que busca grupos despistados para entregar charlas enlatadas, ese alguien era ni mas ni menos que el unico e inigualable Charles Lutwidge Dodgson, mas conocido como Lewis Carroll. Creador, entre otros personajes, del ! sombrerero loco¡. Uno de los compañeros de Alicia tras la madriguera, y el espejo, y uno de los personajes mas entrañables y mas actuales de la literatura engañosamente infantil: ¡alguien que siempre tiene mucha prisa!.

Rompo aqui una lanza por todos aquellos ponentes que enriquecen sus conferencias con citas trabajadas y consecuentes, y pido un pedo hecho con la lengua para todos aquellos que salpican las mismas, con citas sobretraídas, para vestir las horas y los minutos de tediosas sedas de colores.

-Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con
palmadas.
–¡Ah, eso lo explica todo! –dijo el Sombrerero–. El Tiempo
no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas
relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj.
Por ejemplo, supón que son las nueve de la mañana, justo la
hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle
al Tiempo tu deseo y el Tiempo, en un abrir y cerrar de ojos,
haría girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de comer!
(«¡Cómo me gustaría que lo fuera ahora!», se dijo la Liebre
de Marzo para sí en un susurro).
–Sería estupendo, desde luego –admitió Alicia, pensativa–.
Pero entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?
–Quizá no tuvieras hambre al principio –dijo el Sombrerero–.
Pero es que podrías hacer que siguiera siendo la una y media
todo el rato que tú quisieras.


Alicia en el país de las maravillas.

Simplemente genial, no creen. Como para simplemente recordar de él un simple, "alguien dijo..."

2 comentarios:

BAR dijo...

Entiendo tu enojo...Lewis Carroll es un genio...y el sombrerero loco es genial.
Eso me hace pensar que leeré el libro antes de lo pensado...

Besos

Alicia Liddell dijo...

Bah, de bocazas como ese el mundo de las conferencias está lleno. Mi apreciado amigo no era "alguien", si lo sabré yo.