Los caminos de los amantes son tan inconexos como inescrutables. En esta parte de la orilla, los indios perotes, solo fuman peyote a la hora de amar. Por eso al alba, cuando el desierto es bañado por quillonesima vez por el mar de la extrañeza, el amante huye hacia su guarida, mirando hacia atrás todas las veces que puede. Y así entre la posibilidad de un reencuentro y la rotundidad de la pareja, siempre se encuentra otro mordisco de peyote.
Del libro del buen indio. Siglo XVI.
1 comentario:
No tenían alcohol, pero tenían peyote. Casi prefiero el cactus.
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